El modelo de país que nos impusieron con sus TLCs, con el mal llamado y hoy desacreditado Consenso de Washington es un soberano fracaso.
Los empleos prometidos (hasta medio millón se dejaron decir), con el TLC con los Estados Unidos, no se ven por ningún lado. No se están creando los empleos necesarios para incorporar a la juventud que se asoma a la fuerza laboral; y los que se crean, son de baja calidad, en el mercado de la informalidad, esencialmente. Prácticamente, es una tragedia humana tener más de 35-40 años y estar sin trabajo. La persona trabajadora en tal condición es tratada por esta sociedad en ruta hacia su neoliberalización total, como material de desecho, como basura. Necesitamos un movimiento nacional de personas desempleadas y hacia eso vamos.
Está saliendo por estos días el nuevo Informe del Estado de la Nación. Como siempre, oportuno. Ahora se confirma algo de lo que venimos planteando desde esta columna: Costa Rica está a merced del narcotráfico; por un lado; por otro, no se ven signos sólidos de recuperación económica y, más bien, parece que nos encaminamos hacia una segunda recesión, pues no se superó lo que nos hizo sufrir la crisis del 2008.
El sistema está colapsado. El norte prometido es una verdadera estafa. El neoliberalismo, especialmente el del capitalismo bancario – financiero fundamentalista, ha fracasado estrepitosamente; pero en su caída está arrastrando a las clases trabajadoras, a las clases medias, arrasando con toda clase de derechos, tal y como se observa en varios de los países más importantes de la Unión Europea (UE).
En el caso nuestro, el deterioro de nuestro sistema todos los días nos da un episodio que nos lo constata. El más reciente: el caso de la filtración de la sentencia judicial que daría al traste con la intentona de negocio de la minería a cielo abierto, en el caso de Crucitas; una causa que tiene gran arraigo en el pueblo costarricense. ¿Cuál independencia de poderes? El Poder Judicial sufrió un durísimo golpe en cuanto a su transparencia.
La división de poderes es falsa; el fraude fiscal es colosal, astronómico; el desempleo creció y la pobreza también; la concentración de la riqueza sigue su avance incesante; nos amenaza un nuevo paquetazo de impuestos; se deteriora la confianza en la institucionalidad; se defrauda a la gente en los procesos electorales y ahora hasta se roban la plata de las elecciones inventando capacitaciones políticas, etc., etc., etc.
Podemos seguir citando más síntomas de un deterioro generalizado de la calidad de vida de las mayorías del pueblo costarricense que, efectivamente, nos hablan de que podríamos estar entrando ya en una crisis sistémica pues la lógica del bien común que nos mantuvo durante tanto tiempo estables como sociedad, ya no va más, dado que así lo decidieron los del poder, los del poder real que no necesariamente son los que están en el gobierno de turno; los que nos ofrecieron un norte hacia la tierra prometida que resultó un verdadero fiasco.
La alternativa va, en consecuencia, por otro lado. Nuestra alternativa es el sur. Le llegó el turno a los y a las de abajo, a sus organizaciones, a sus representaciones políticas y cívicas. ¿Qué nos pasa que no nos unimos, de verdad? Las condiciones parecen perfilarse cada día que pasa, con mayor claridad, para ello. El hastío es general. La indignación crece sin cesar. La sensación de abandono de la política pública por miles de compatriotas, incluso en segmentos productivos, se puede apreciar en diferentes tipos de protestas que antes no veíamos.
Los y las costarricenses de hoy, gran parte de los cuales nacimos después de los acontecimientos de la guerra civil de 1948, no nos hemos percatado en la medida necesaria de la naturaleza de la herencia que nos fue dejada por las generaciones anteriores y, por tanto, la defensa de una institucionalidad que fue pensada para el bienestar de las mayorías.
Esto quiere decir asumir el reto de salvar lo que tengamos que salvar, de recuperar lo que ya nos han quitado, de reconstruir lo que fue destruido y de crear lo que tengamos que crear para que volvamos a ser una sociedad integrada. Es esta la tarea gigante que nos toca emprender de ahora en adelante, cuando ha quedado claro, sin la menor duda, de que el norte no es nuestro rumbo; que nuestro rumbo, el de la gente, es el del sur. Emprendamos la tarea.