“El voto, como derecho político, es el instrumento para salvaguardar la República, la democracia, la independencia, la libertad, la dignidad de la persona humana y darle efectividad a los derechos humanos fundamentales y sociales garantizados en el texto magno”.
por Rosana Cólen Moreno*
La Carta Magna de 1988 es inaugurada por su artículo 1° con las palabras sobre qué es la Nación brasileña en los siguientes términos: La República Federativa de Brasil, formada por la unión indisoluble de los Estados y Municipios y el Distrito Federal, constituye un Estado Democrático de Derecho. El mismo dispositivo tiene como fundamentos: I) la soberanía; II) la ciudadanía; III) la dignidad de la persona humana; IV) los valores sociales del trabajo y la libre iniciativa; y V) pluralismo político. Y, a su vez, el primer párrafo dice textualmente que todo poder emana del pueblo, quien lo ejerce a través de representantes electos o directamente, en los términos de esta Constitución.
En otras palabras, para la construcción del Estado Democrático de Derecho, específicamente en lo que se refiere al poder popular, la Constitución Ciudadana prevé que estemos bajo el manto del pluralismo político y que el poder es del pueblo, pero el ejercicio de este poder puede ser delegado a los representantes electos.
El pluralismo político, como el mismo término lo indica, no es una sugerencia de la Carta Republicana, sino un mandato constitucional. Lo que debe resultar del precepto es la participación masiva en la formulación de la voluntad del Estado.
La participación del pueblo en las bases públicas queda evidente en el art. 14° de la Constitución Federal, en el sentido de que la soberanía popular se ejercerá por sufragio universal y por voto directo y secreto, con igual valor para todos, […].
Sin embargo, esto no es lo que sucede hoy. La voluntad popular no es el resultado de la conciencia política, sino de la injerencia política. La soberanía popular da paso a una serie de políticos deshonestos, corruptos y sin compromiso con el pueblo, a pesar de la demagogia utilizada durante las campañas electorales.
El pueblo está siendo arrastrado a un abismo canceroso donde la razón es reemplazada por la creencia en el “mito” [apodo con el que los partidarios se refieren Bolsonaro] y son las relaciones de poder las que realmente dictan las reglas del juego.
En este juego de poder todo vale. Estamos viviendo una vida “necro”, en varios aspectos. Necro, que proviene del griego nékros (muerto), no es solo un prefijo que indica muerte. Necro se convirtió en una verdadera política del poder.
Sin querer parafrasear a Achille Mbembe, quien inspirado en el biopoder de Michel Foucault acuñó la expresión Necropolítica, las elecciones de 2022 en Brasil crearon la Necroelección, como símbolo de la muerte de las elecciones libres, directas y conscientes. La necroelección es uno de los tentáculos de la necropolítica.
Mbembe, en el pasaje de su ensayo sobre Necropolítica, recordándonos que “el grado más bajo de supervivencia es matar” (y aquí podemos recordar claramente la película «El Pozo») y advirtiéndonos que la soberanía es vertical –un mando supremo que viene de arriba, destaca que “la soberanía es la capacidad de definir quién importa y quién no, quién es desechable y quién no”. En esta visión reside el poder de decidir, incluso sobre el estado de excepción y de sitio, así como la idea de la guerra como legítima. Existe, por lo tanto, el derecho a hacer la guerra configurado como el derecho a cualquier acto para mantener la supremacía del poder.
Para el filósofo camerunés, la colonia (como Nación) representa el lugar donde la soberanía consiste básicamente en el ejercicio del poder al margen de la ley (ab legibus solutus), donde la paz no se alcanza a causa de la guerra interminable que cobija a una sociedad racista, asesina y suicida.
En este estado político de biopoder sólo caben enemistades mortíferas, frías, calculadoras y sin escrúpulos, que no escatiman esfuerzos al servicio de la guerra. Es la violencia, por lo tanto, el poder absoluto de lo negativo. En términos generales, como diría Foucault, la guerra continúa por otros [muchos] medios que no son simplemente un campo de batalla declarado en guerra. En este sistema de violencia se desgarra el tejido social, lo que facilita la inserción de manipulaciones y engaños durante el sufragio universal. No hay conciencia del peligro, ni ningún sentido de las consecuencias. Hay puramente una guerra, porque el biopoder se ejerce sobre la población, la vida y los vivos. La furia de la violencia se puede resumir en la barbarie que se instala, transformando a los pueblos en números y restos.
Las actividades contrarias a los mandatos constitucionales [no podemos olvidar que la Constitución es la máxima expresión del pueblo] traen episodios aterradores, dignos de la pena de Fausto, quien, desilusionado con su tiempo, hizo un pacto con el diablo.
Vale la pena relatar, como ejemplo de estos episodios, lo que ha venido ocurriendo últimamente en la “tierra de los mariscales”, el querido estado de Alagoas, que alguna vez fue pacífico.
El 11 de octubre, faltando poco más de 2 semanas para la segunda vuelta electoral, se divulgó una encuesta electoral encargada por TV Record al Real Time Big Data Institute, que daba la victoria del ballotage al actual gobernador de Alagoas, Paulo Dantas, con el 59% de los votos válidos sobre el candidato Rodrigo Cunha, con 41 % de los votos. Dantas es el líder absoluto en las encuestas, ganó fácilmente la 1ª vuelta y está vinculado al ala progresista del expresidente Lula. El candidato Cunha, que está casi 20 puntos porcentuales detrás de Dantas, es patrocinado por el presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, quien está muy vinculado a Bolsonaro y al bolsonarismo en su vertiente más radical y conservadora.

Antes de la divulgación de la encuesta, la Policía Federal tomó el Palacio República dos Palmares, sede de la gobernación de Alagoas, con orden de allanamiento y captura expedida por el Superior Tribunal de Justicia, emitida por la ministra Laurita Vaz, entre otras medidas.
Sucede que, como los hechos alegados [y aún no probados, como la investigación está en curso y hay que recordar siempre el artículo 5°, inciso LVII, de la Constitución Federal, que dice que nadie será declarado culpable hasta la sentencia definitiva de una condena penal], se produjeron en 2017, cuando el gobernador ejercía el mandato de diputado estadual, la competencia para su tramitación es del Tribunal de Justicia local. Sin embargo, a Laurita Vaz, que es bolsonarista, no le importó: puso su pluma en la hoja membretada con todas las órdenes que se le ocurrieron, incluida la suspensión del gobernador por 180 días. Quedó claro que la suspensión es, en realidad, el disfraz que se quiso dar a una destitución del gobernador del estado. Sin contar que se trata de una injerencia del Poder Judicial en las elecciones de Alagoas, así como del uso de la Policía Federal (PF) con fines electorales.
El show de la PF fue tan grande y tan bien dirigido que minutos después de la embestida, todo Brasil ya estaba comentando la noticia. Pero es bueno dejar claro que la mayoría del pueblo brasileño percibió la maniobra política y la repudió. Sucede que la población sabe [porque lee de fuentes fidedignas] que el estado de Alagoas es víctima de atrocidades electorales con el apoyo del poder central establecido en Brasilia.
El mismo día, en la ciudad de Belford Roxo, en Río de Janeiro, al comentar los hechos, el ex presidente Lula, que sufrió la injusticia de una condena basada en suposiciones, se expresó así: “En mi opinión, esto huele raro, porque es un proceso viejo. Faltando poco tiempo para las elecciones, se intenta sacar a un candidato opositor al candidato de Arthur Lira, presidente de la Cámara […]. Yo, que he sido víctima de mentiras, muchas mentiras, espero que la gente tenga derecho a la presunción de inocencia”.
Es un caso típico de la Necroelección, la elección que mata, aniquila y masacra a todos aquellos que no están dominados por el poder central. En el episodio, hay una lucha visceral de fuerza y ley, poder y derecho. No hay ética, sino una persecución maquiavélica que sacude las estructuras de la democracia.
Hay una ideología en torno a los hechos [que se traduce como falsa conciencia] que no valora el carácter, sino la reproducción de la manifestación de la dominación, que tuerce el paisaje social en perjuicio de las personas. Y lo que nos atormenta es pensar que corremos el riesgo de legitimar esta óptica aristocrática, hegemónica y no pacifista.
La necroelección es el exponente del conservadurismo, el patriarcado, el machismo, la misoginia, el racismo, la homofobia. En la Necroelección encontramos pastores religiosos trayendo al creyente en su cabestro, como hace el «coronel» con su empleado en el interior de Brasil. Es en la Necroelección donde conviven las fakenews con sus discursos desconectados de la realidad en tono estridente y amenazante.
Esta política de muerte genera situaciones de vulnerabilidad, hambre, desesperación e injusticia. Es el pueblo engañado, que en palabras del gran cantante Zé Ramalho, es «vida de ganado, pueblo marcado». Es el pueblo siendo parte de la masa de maniobra, que mutila la conciencia y dibuja en sus mentes que el nazifascismo es un buen sistema porque es “patria, familia y Dios”.
El proyecto Necroelectoral revela golpes de Estado y prisiones absurdas que hieren de muerte el principio de presunción de inocencia -que urge ser rescatado en toda su plenitud, por ser un derecho humano fundamental (CF, Art. 5, LVII ).
La necroelección, a través de su red de mentiras, induce a la aceptación de lo abominable, hace creer en lo que no sucedió, siembra evidencias de crímenes no cometidos, pone trabas a través de actos fantasiosos. Todo para que el elector se confunda a la hora de votar y presione el botón de la mentira y la cobardía.
La Necropolítica que lleva a la Necroelección hizo que el expresidente Lula pasara 580 largos días en la cárcel de la Policía Federal en Curitiba. Pero para sorpresa de los que predican la política de la muerte, su propio carcelero le dio el voto de confianza depositado en las urnas el último día 2 de octubre. Es porque el carcelero convivió con la verdad -una isla rodeada de mentiras por todas partes.
La política de muerte e injusticia social es la responsable de crear policías que matan porque eres pobre y/o negro, porque eres prostituta y/o homosexual, porque eres desempleado y/o drogadicto. La orden es matar, fusilar, colgar, quemar en la hoguera y también crucificar. La orden es exterminar a todos los que están en contra del sistema de castas impuesto.
Lo que esperamos que se defienda, ante todo, es el texto constitucional, fruto del consenso popular a través del contrato social, a través de una epistemología que se fundamenta en los valores humanos. Lo que hay que hacer es poner freno a la estatolatría como doctrina delineada por Mussolini y Hitler. Esta centralización del poder en manos de unos pocos con miras a mermar el aparato estatal, ya que el Estado sólo se concentra en la figura del “mito”.
Alagoas y Brasil han sufrido una disputa electoral sin precedentes, con golpes bajos saliendo de la peor monstruosidad humana. Como si el informe anterior fuera poco, el gobernador Paulo Dantas fue atacado diariamente, fue víctima de su propio padre, que se vendió a Rodrigo Cunha y Arthur Lira, maldiciendo a su propio hijo. La oposición hace de todo para ganar el poder en Alagoas, no hay duda.
En Brasil hemos visto una amplia gama de perversidades en estas últimas elecciones, desde fakenews hasta acusaciones graves sin ninguna prueba. El extremismo está en todas partes. Las fuerzas de la «intelligentsia» técnica se utilizan en aras del proyecto de poder. En palabras de Noam Chomsky, quien es uno de los más grandes observadores y críticos políticos de la actualidad, “la razón está incrustada en instituciones autocráticas y estrictamente administradas. Chomsky advierte sobre el potencial destructivo de hacer que la gente crea y participe en este nefasto proyecto para la humanidad.
Esta guerra insensata dirigida por los buenos súbditos del poder central irrespeta al pueblo y enferma a las instituciones. La discusión en curso es dejar que la gente elija libre y conscientemente cómo y por quién quiere ser gobernada. Sólo así, a través del voto libre y consciente, podremos transformar el poder hegemónico en un verdadero pluralismo político sin ataduras. El poder con verdadera intención y voluntad se convierte, como diría Antony Giddens, en la capacidad de obtener los resultados deseados y pretendidos.

El voto, como derecho político, es un instrumento para salvaguardar la República, la democracia, la independencia, la libertad, la dignidad de la persona humana y hacer efectivos los derechos humanos fundamentales y sociales garantizados en el texto principal.
Una sociedad verdaderamente democrática hace y elige. Como diría Alain Touraine, que nos enseñó muy bien la democracia, esta no puede disociarse de la garantía de los derechos. Somos una Nación democrática inserta con todos los énfasis en el texto constitucional y así debe ser en la vida social. El juego sucio tiene una sola razón de ser: ganar poder por la fuerza.
¡Que el juego se gane por la voluntad del pueblo, por el voto! ¡El pueblo merece respeto!
*Rosana Cólen Moreno es Procuradora del Estado de Alagoas; Directora de Seguridad Social y Asuntos Previsionales de la CSPB; Directora de Seguridad Social, Jubilados y Pensionados y Adultos Mayores de la NCST; Secretaria alterna de Estudios, Estadísticas e Investigación de la CLATE y luchadora social.